ALL IT TAKES IS A SINGLE SPARK


Elena Wilson nació un once de mayo en Londres, Inglaterra. Su madre tenía problemas para tener hijos, por lo que su nacimiento fue un milagro que se celebró con creces en la familia Wilson. Su madre trabajaba como administrativa en el ayuntamiento y su padre era ingeniero, aunque la verdadera vocación de su padre era la música, que ella mamó desde muy pequeña. Fue una niña extrovertida, y visto lo que le gustaban las cámaras y lo bien que se desenvolvía delante de una, todo el mundo pensaba que sería periodista de mayor. Pero la vida tenía otras cosas pensadas para ella.Cuando tenía once añitos, un ladrón entró a robar a casa de los Wilson, y se llevó muchas cosas de valor, sobre todo joyas y reliquias familiares. Por suerte, ellos no estaban en casa cuando sucedió, pero Elena era una niña y aquello le impactó mucho. Empezó a comerse la cabeza con que alguien iba a entrar en casa mientras dormía, y desde ese momento tenía que dormir con la luz encendida y casi que con un ojo abierto. Aunque fue una niña dicharachera, su adolescencia fue más bien ansiosa, y creció siendo una muchacha preocupada y miedosa.Quizá esta fue la ficha de dominó que cayó y empezó a derribar otras más grandes, pues tal vez fue la necesidad de sentir que había algo que podía hacer al respecto de ese miedo lo que la inclinó a estudiar ciencias forenses. Elena sentía que su yo niña podría encontrar consuelo en que su yo mayor se enfrentase a esos monstruos que tanto la atormentaron.A medida que fue creciendo y estudiando, recuperó su alegría característica y su buen hacer. Fue buena estudiante, aunque algo distraída y un poco desastre a veces, pero le ponía mucho empeño y cariño, algo que sus maestros valoraron positivamente.Elena funcionaba muy bien trabajando en equipo, y con sus compañeros de Londres había demostrado que podía casar hasta a las personalidades más dispares para que trabajasen en armonía. Porque tenía ese buen humor que se contagiaba, pero también podía ponerse seria cuando la situación apremiaba, y cuando Elena se ponía seria no había Dios que le rechistase. Sin embargo, estas competencias sólo se habían puesto en uso en entornos de oficina y administrativos, y Elena no tenía más ambiciones que esas. Era feliz en su trabajo.Sin ella saberlo, en realidad la estaban poniendo a prueba: sus superiores vieron potencial en Elena para formar parte de algo mucho más grande. Precisamente porque ella no buscaba algo más importante, les pareció la persona perfecta para un trabajo así de delicado. Y cuando le ofrecieron trabajar en Montreal, Elena sintió el vértigo comprensible de participar en algo así, pero también sintió el deber y la responsabilidad de saber que contaban con ella. Así que aceptó.Elena se mudó a Montreal durante un tiempo para trabajar con Félix, Agnés y Robert, sus nuevos compañeros. Ella congenió enseguida con ellos, tal vez porque todos eran muy conscientes de lo que allí se cocía: se trataba de un grupo de agentes especiales que investigaba casos paranormales y extraoficiales.Desde el principio, Elena tuvo un entendimiento especial con Félix, pero también con Robert, algo que le hizo sufrir mucho en lo personal. Porque tenía la sensación de que no podía salir de ahí sin tener que hacer daño a alguno de ellos, algo que le partiría el corazón. A pesar de estas turbulencias, el grupo resolvió algunos casos con éxito antes de disolverse, aplastado por el peso del enigmático Caso Beluga.Cuando el grupo se separó, Elena volvió a Londres y Félix fue con ella. Pero lo que pensaron que era el fin de la historia era sólo un breve paréntesis, pues Adrienne Morel, la jefa y supervisora del grupo, ha vuelto a convocarlos después de un tiempo.